La rapidez de nuestras siempre atareadas vidas nos ha llevado a un mundo en el que disponemos de poco tiempo para el entretenimiento. Eso, sumado a la creciente oferta de contenido audiovisual, nos deja atrapados en un paradigma en el que es difícil seleccionar qué consumimos. Como consecuencia, tendemos a optar por lo que nos ponen en primera plana los servicios de streaming.

El problema no es solo la cantidad, sino el propósito con el que se crean estos productos. La mayoría del contenido se produce con un único fin: el beneficio. Y aunque este es un motor legítimo de creación, pues es la base del mundo que habitamos, no deja de ser preocupante el poco espacio que queda para la calidad.

Si observamos la cartelera de cualquier cine o el catálogo de estrenos de las principales plataformas, veremos que la gran mayoría de las producciones no solo son olvidables, sino carentes de alma. Parece que todas salen de la misma fábrica, con ligeros cambios en la configuración para adaptarlas a distintos estilos cinematográficos, pero sin un verdadero propósito artístico.

La «producción en masa» del entretenimiento

La búsqueda constante de un retorno rápido y el miedo a los calendarios vacíos han llevado a las grandes compañías a priorizar la cantidad sobre la calidad. Este modelo no solo perjudica a los consumidores, sino también a los artistas detrás de las obras. Son presionados con fechas imposibles y expectativas de retorno inabarcables, lo que termina por afectar su visión creativa. Sin espacio para la experimentación, el resultado son producciones que siguen el mismo molde preestablecido, sin innovar ni arriesgarse.

El caso de Capitán América 4: un síntoma del problema

Un perfecto ejemplo de este fenómeno (y que me entristece particularmente que lo sea) es Capitán América 4. Una película que, a todas luces, ni siquiera debería llevar el título del superhéroe, pues en realidad es más una secuela de El Increíble Hulk (2008).

Aquí se cumplen dos de los pecados anteriormente mencionados:

1. Producción obligada por calendario: Disney debía hacer una cuarta parte de Capitán América porque así lo dictaba su planificación. Sí, estas compañías anuncian proyectos antes incluso de tener un guion. Basta con una sinopsis y un análisis de mercado para dar luz verde a cualquier cosa.
2. Una película plana y sin alma: Desde el guion hasta la producción, todo en Capitán América 4 es funcional, pero vacío. No hay profundidad argumental, los personajes son planos y la película es puro consumo rápido. Incluso la parte técnica es mediocre, llegando a ser deficiente en ciertos momentos, como en el frame de la pelea final.

El problema no es que existan películas de acción palomitera, sino que el 90 % de las producciones actuales sigan el mismo precepto.

Pensar no está de moda

El público parece haber perdido el interés por las obras más reflexivas, aquellas que nos llenan el alma de algo más que efectos especiales y explosiones en la pantalla. La superficialidad con la que se tratan los argumentos es preocupante y refleja un estatismo social, una aceptación pasiva de lo que nos ofrecen. Consumimos sin cuestionar, aceptamos sin exigir.

Esto no solo baja los estándares (haciéndonos ver como aceptables ciertas producciones que son un insulto al séptimo arte), sino que nos acostumbra a la mediocridad y a la simplicidad de pensamiento. Como decían los magos de Liverpool, es “fácil vivir con los ojos cerrados”, pero el problema es que, al cerrarlos, cerramos también el alma.

No todo está perdido: aún hay esperanza

Afortunadamente, todavía existen películas con alma. Un ejemplo reciente es Flow, una historia en la que un gato y otros animales deben enfrentar el fin del mundo. Según su director, es una alegoría de sus sentimientos al dirigir su primera película. Este tipo de producciones demuestran que el cine con propósito aún puede llegar al gran público. De hecho, Flow ganó un Óscar, venciendo a gigantes como DreamWorks y Disney

Otra señal de esperanza es la decisión de James Gunn, actual director de DC Studios, de anunciar que solo producirán proyectos con un guion terminado. Si esta tendencia se extiende, quizás podamos ver un cambio en la industria, donde se privilegie la calidad sobre la cantidad, y donde no se nos bombardeé con películas olvidables hechas a toda prisa.

Conclusión: exigir más, conformarse menos

El entretenimiento no debería ser una carrera por llenar vacíos de contenido. En lugar de sumergirnos en un mar de opciones mediocres, deberíamos detenernos, reflexionar y valorar las producciones que realmente aportan algo. Marvel, Disney y otras grandes franquicias han demostrado que incluso las historias más queridas pueden perder su esencia si la sobreexposición y la falta de planificación priman sobre la creatividad.

Es hora de exigir más y conformarse menos, porque la verdadera magia del cine y la televisión no está en cuántas películas se estrenan al año, sino en la calidad de las historias que nos cuentan.